domingo, 18 de octubre de 2009



“La Palabra de Dios es un bien para todos los hombres, que la Iglesia no debe conservar solo para sí, sino compartir con alegría y generosidad con todos los pueblos y las culturas, para que también ellos puedan encontrar en Jesucristo el camino, la verdad y la vida (cf. Jn 14,6). Mirando al ejemplo de San Pablo, de los apóstoles y de tantos misioneros que, a lo largo de la historia, llevaron el Evangelio a los pueblos, este Sínodo reafirma la urgencia de la misión ad gentes también en nuestro tiempo. Un anuncio que debe ser explícito, hecho no solo dentro de nuestras iglesias, sino en todas partes, y debe ser acompañado por el testimonio coherente de vida, la cual hace evidente el contenido y lo refuerza. Obispos, sacerdotes, diáconos, personas de vida consagrada y laicos deben estar cerca también de las personas que no participan en la liturgia y no frecuentan nuestras comunidades. La Iglesia deber ir hacia todos con la fuerza del Espíritu (cf. 1Co 2,5) y seguir proféticamente defendiendo el derecho y la libertad de las personas a escuchar la Palabra de Dios, buscando los medios más eficaces para proclamarla, incluso con el riesgo de la persecución”. (Sínodo de los Obispos, 2008, proposición 49).

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